martes, 13 de diciembre de 2011

Moisés solitario


Camina sobre la piedra ardiente del sol regando promesa,
Y para de vez en cuando, Lo mira, y la ve a Ella.
Los cielos se van tornando amarillo reflejo a cada paso,
Los mares atrás quedan y el azul del cielo en el mar
Es marisma de la mente que, incierta, presume sus huellas,
Sacudidas de noches con su alma cual campana en pena.

Va en su busca con la túnica bendita de rumbo y estrellas,
Y para de vez en cuando, Lo mira, y la ve a Ella.
Nadie, nadie en los alrededores del peregrinar desierto,
Vago y errante, de acariciar el aire con uñas de eternidad:
Sus dedos componen en los vientos caricias de pecado,
Y las uñas en el soplo confiado sacan gritos de la inmensidad.

Para sediento a rezar entre el polvo. Lo ve, y la ve a Ella.
Piedras, huellas: ruta de Amores peregrinos en la arena,
Mandamiendos que se ordenan al andar en busca de Canaán.


F.J.G.G.

3 comentarios:

  1. Espléndido. Una obra cálida, que denota asimismo,
    la sutileza que reside en tu estilo.

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  2. Es muy bello poema de amor.

    Buen ritmo y lirismo. Enhorabuena.

    Y mi abrazo.

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  3. Tu voz abre gargantas en montañas de huellas, es fuego que corona a la materia recien hecha. Besos.

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