domingo, 6 de noviembre de 2011

Mi vicio inconfesable

Esa, tu gestualidad, precisa como el relojero,
pone mis ganas de hablarte al servicio del silencio.
Tu gesto rutinario, sencillo, insultante, profesional,
es un crucigrama perdido, camuflado en un tablero
de ajedrez, cuya anchura se mide con el blanco
de las horas y el negro atormentado de los segundos.

Vencerte, sí, rozando con mi ensoñación el rastro
que deja cada gesto previo a tu avance, ansioso de burla
en este cruel juego; sorprenderte, por consuelo propio,
vencerte solo con naturaleza. A tus gestos sacrifico
mis ganas de hablarte, y mientras, escribo con seguridad
lo que callas: tus gestos son míos, y tuyo es el último
peón volcado en el tablero.


F.J.G.G.

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